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Foto del escritorLa Buena Muerte

¿Quién quiere vivir para siempre?

Actualizado: 19 nov 2019


Para David Sinclair, profesor de Biología en Harvard, la causa de la mayoría de las enfermedades es la vejez: el 25% de cómo envejecemos responde a cuestiones genéticas, pero el otro 75% lo hace a razones relacionadas con el dónde y el cómo vivimos. Lo explica en el libro Lifespan: Why We Age And Why We Don’t Have To (Esperanza de vida: por qué envejecemos y por qué no tendríamos que envejecer), editado recientemente en Estados Unidos y en el que recomienda no excederse con la comida como clave para una mayor supervivencia.


Sinclair recuerda que es un científico, no un doctor que da consejos médicos; pero tanto en el libro como en su blog revela datos, como que la metformina es una pastilla difícil de adquirir en muchos países, pero disponible sin prescripción en otros (como en Tailandia), y que, aunque está prescrita para la diabetes, en estudios realizados a lo largo de nueve años ha reducido las enfermedades cardiovasculares en un 19%, la depresión en un 16% y la demencia y el cáncer en un 4%, retrasando problemas asociados a la vejez. Aún no se ha descubierto ninguna píldora mágica: todas conllevan peligrosos efectos secundarios y algunas investigaciones no han sido aún probadas en humanos, pero lo interesante a la par que preocupante es que se ha convertido en una pastilla popular entre ejecutivos de Silicon Valley.


Y es que billonarios como el creador de Oracle, Larry Ellison (que ya tiene 73 años), están invirtiendo obsesivamente en investigaciones para prolongar la vida o, lo que es lo mismo, retrasar el envejecimiento. En 1993 se creó la Academia Americana de Medicina Antienvejecimiento, que, sin estar reconocida por la Asociación Médica Americana, ya ha otorgado 26.000 certificados de especialización en 110 países.

Una de las ramas más prometedoras es la que estudia los senolíticos, fármacos que tratan de conseguir la eliminación de las células senescentes, tan resistentes y de crecimiento tan anárquico como las cancerígenas. A la espera de resultados esperanzadores para los humanos, la industria antienvejecimiento está en auge, liderada por complementos como resveratrol, niacina o cúrcuma.


Vivir eternamente es un anhelo de antaño, bien suscrito a la cultura popular, cuando se comentaba que beber o inyectarse la sangre de las vírgenes hacía la vida más longeva. La start-up estadounidense Ambrosia Medical se dedicaba a hacer transfusiones de sangre procedente de jóvenes asegurando que revertiría la edad de quien las recibiera. Aunque no había ninguna prueba que garantizara resultados, los pacientes pagaban unos 7.500 dólares por un litro de sangre de donantes de 16 a 25 años, arriesgándose a sufrir infecciones, alergias y complicaciones respiratorias y cardiovasculares. En febrero dejaron de hacer tratamientos.


Lo que sí demostró un pequeño estudio de la Universidad de Stanford en 2017 es que las transfusiones de plasma de donantes jóvenes mejoran el alzhéimer. La investigación debe hacerse a mayor escala para tener resultados determinantes, pero los límites éticos se sobrepasan en favor del negocio: el Maharaj Institute en Florida ofrece ensayos clínicos de transfusiones de plasma de donantes jóvenes al elevado coste de unos 251.000 euros aprovechándose de aquellos que buscan desesperadamente una cura. La pregunta es: ¿debemos preocuparnos por vivir para siempre o por vivir en las mejores condiciones posibles?






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